Las razones del auge de la extrema derecha
Resumimos el acto de la Fundación Avanza en Madrid, con Ignacio Sánchez-Cuenca, Cristina Monge, José María Lasalle y Iago Moreno
El ascenso de la extrema derecha en el mundo contemporáneo no es un fenómeno aislado ni meramente coyuntural. Pero ¿Cuáles son las razones de su ascenso? Para responder a esta pregunta, la fundación Avanza arrancó el pasado jueves su actividad en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con un primer foro (con una fantástica escenografía circular), en el que varios expertos analizaron el origen de la ultraderecha en Europa y su evolución posterior en todo el mundo.
Esta sesión inaugural, moderada por Pepa Bueno, directora de El País, contó con la introducción del presidente de la Fundación, Manuel Escudero, y con las intervenciones del catedrático de Sociología y miembro del Consejo Científico de Avanza, Ignacio Sánchez-Cuenca; la presidenta de Más Democracia y miembro del Patronato de Avanza, Cristina Monge; el escritor, consultor, profesor universitario y exsecretario de Estado, José María Lasalle; y el sociólogo y MPhil por la Universidad de Cambridge, Iago Moreno. Fue más que interesante y lo dejo en abierto para todos los suscriptores/as. Por cierto, yo soy quien muestra el pie en la foto de arriba ;-)
Como señalaron los autores del acto, el movimiento de extrema derecha encuentra sus raíces en transformaciones económicas, culturales y políticas que han modificado profundamente la relación entre los ciudadanos y las instituciones democráticas. La crisis de intermediación, el neoliberalismo autoritario, el miedo como estrategia de control y la ruptura de la idea de futuro; así como el papel de las redes sociales son algunas de las claves que permiten comprender por qué estos movimientos han logrado capitalizar el descontento global.
La crisis de la política, la desintermediación y el liderazgo autoritario
Para Ignacio Sánchez-Cuenca, la extrema derecha actual es más una forma de hacer política que un conjunto homogéneo de políticas. Aunque existen diferencias notables entre líderes como Donald Trump, Javier Milei o Marine Le Pen, por ejemplo el proteccionismo o la idea de estado de bienestar, lo que los une es un estilo de liderazgo basado en la confrontación, la deslegitimación de las reglas democráticas y el desprecio por los más vulnerables. No se trata solo de ideologías rígidas, sino de una narrativa que capitaliza el pesimismo generalizado y la desconfianza en las instituciones. En el caso de Trump, se le añade el concepto de velocidad: todo va muy rápido y sus políticas nos dejan embobados. Es difícil hacerle frente a todo y a todo a la vez.
El contexto en el que surge esta extrema derecha es uno donde la mayoría de la población siente que el futuro será peor que el pasado. Según datos recientes, el 65% de las personas cree que sus hijos vivirán en peores condiciones que ellos. Esta sensación de declive genera un terreno fértil para liderazgos que prometen eficacia inmediata y soluciones radicales, sin importar los costos democráticos. Se trata de líderes que quieren demostrar que van hasta al final, cueste lo que cueste.
Neoliberalismo autoritario y la crisis del liberalismo humanitario
José María Lasalle profundizó en la transformación del liberalismo en las últimas décadas y su relación con el auge de la extrema derecha. En su análisis, el liberalismo humanitario propio de los años 30 del siglo XX ha sido desplazado por un neoliberalismo autoritario, que prioriza la libertad del mercado por encima de la democracia. Citando a Friedrich Hayek, Lasalle recuerda cómo en los años 30 el economista austriaco sostenía que era preferible una dictadura que garantizara la libertad económica antes que una democracia que pudiera restringirla.
Lasalle critica cómo, en el neoliberalismo, la idea de "virtud" se redefine en términos económicos: la libertad se entiende ahora como la capacidad de tomar decisiones económicas sin restricciones. Esto se aleja de una visión verdaderamente liberal de la libertad, que reconoce la importancia del cuidado y la solidaridad. Así, mientras que el liberalismo clásico promueve la autonomía personal dentro de un marco de justicia social y bienestar colectivo, el neoliberalismo reduce el papel del Estado y fomenta una competencia desregulada donde la libertad está centrada únicamente en el ámbito económico, sin importar el bienestar social o colectivo. Este enfoque ve a los individuos como actores autónomos, que deben tomar decisiones racionales y egoístas para maximizar sus beneficios, lo que está relacionado con el concepto del homo economicus. El filósofo cita lo equipara a “la lógica del hombre que se hace solo, que se expande por el medio oeste estadounidense con una biblia y una pistola”.
Esta visión ha sido retomada por la nueva derecha, que busca una democracia mercantilista donde el líder se asemeja más a un CEO que a un representante político. En este modelo, el Estado se convierte en un instrumento para garantizar la supremacía del mercado y el control social se vuelve una herramienta para sostener la estabilidad económica. En Europa, este giro ha dado lugar al fenómeno del proletariado emocional: clases medias que, al perder su hegemonía y sentir que su rol en la sociedad ha sido arrebatado por la revolución digital, buscan en la política una forma de restaurar su estatus perdido.
A este descontento se suma el impacto de las crisis recientes: el atentado de las torres gemelas en 2001 (polarización amigo-enemigo), la crisis financiera de 2008 (el segundo gran miedo para la clase media), la pandemia de 2020 (la crisis sanitaria) y el avance de la revolución digital (que ha hecho que todo explote) han acelerado un giro autoritario en muchos países. La extrema derecha ha sabido canalizar estos miedos y transformarlos en una guerra cultural, ya iniciada con el Tea Party estadounidense en 2009, un modelo que Trump ha sabido explotar hábilmente al combinar el populismo económico con el conservadurismo social.
La estrategia del shock y la ruptura del futuro
Cristina Monge advirtió sobre la estrategia de hipnosis y shock que emplean estos movimientos para mantener a la sociedad en un estado de parálisis y resignación. El siglo XXI ha sido definido por el miedo, y la extrema derecha ha logrado alinear los intereses de las élites económicas con los de las clases medias y trabajadoras a través de un discurso que combina miedo y promesas de restauración del orden.
Uno de los elementos clave en este proceso es la ruptura de la idea de futuro. Durante siglos, la historia se concebía como un proceso de progreso continuo, pero hoy esa idea ha sido dinamitada. Mientras Trump y otros líderes de la extrema derecha sí tienen una propuesta de futuro (aunque basada en la nostalgia y la exclusión), las democracias liberales y la izquierda no han logrado construir un relato alternativo convincente. En este contexto, los líderes de la extrema derecha aparecen como los únicos que ofrecen certezas en tiempos de incertidumbre.
Además, Monge resalta cómo estos movimientos están desmantelando las instituciones democráticas bajo la lógica de la eficiencia empresarial. La administración pública es vista como un obstáculo y se busca reemplazar el sistema democrático con una estructura más cercana al imperialismo económico y al capitalismo sin restricciones.
Aún así, diferencia entre la búsqueda de un imperialismo económico capitalista (algo más rompedor) y un nacionalpopulismo, estilo Bannon (más clásico y conservador, tradicional). En común tienen que hablan de economía sin democracias, ya que no la necesitan. Se trata de una revancha ante el orden establecido.
Las redes sociales como raíces de la reacción
Iago Moreno, por su parte, aportó una perspectiva clave para entender la expansión de la extrema derecha: el papel de las redes sociales. A menudo se piensa en ellas como simples canales de comunicación, pero Moreno sostiene que han funcionado como auténticas raíces para la internacional reaccionaria. Sin ellas, nada de lo que observamos hoy en día, en todo el mundo, sería posible.
La extrema derecha ha sabido utilizar estos espacios como ecosistemas donde se refuerzan sus discursos y se consolidan nuevas formas de socialización política. El declive de los medios tradicionales y la fragmentación de la esfera pública han permitido que estas ideologías crezcan sin obstáculos, creando burbujas de radicalización donde el mensaje de la extrema derecha se convierte en la única narrativa válida.
Recuperar la idea de futuro
El acto dejó claro que el auge de la extrema derecha no se explica solo por el descontento económico o el rechazo a la inmigración. Se trata de un fenómeno mucho más profundo, ligado a la crisis del liberalismo, la transformación del capitalismo y la erosión de las certezas sobre el futuro.
Para hacer frente a este desafío (si se quiere, claro), es fundamental recuperar la idea de futuro y construir una alternativa que no solo reaccione ante el miedo, sino que ofrezca una visión renovada de la democracia. Sin una narrativa convincente y movilizadora, la extrema derecha seguirá capitalizando la desesperanza y consolidando su poder en el siglo XXI.