«El político del XXI se parece al creador de contenido: siempre debe estar emitiendo». Entrevista a Jorge Dioni
En una pornocracia, el político ya no promete un mundo mejor para todos, sino que señala culpables y promete que alguien sufrirá más.
Jorge Dioni López es un periodista y escritor conocido por sus análisis sobre urbanismo, política y sociedad. Se hizo especialmente conocido por su libro La España de las piscinas (2021), en el que analiza cómo el desarrollo urbanístico de las últimas décadas en España —especialmente el crecimiento de urbanizaciones en las afueras de las ciudades— ha influido en la configuración social y política del país.
Es autor de tres libros recientes (los tres en Arpa Editores) que abordan la relación entre urbanismo, sociedad y poder desde una perspectiva crítica. Su primer libro, el ya citado La España de las piscinas (2021); El malestar de las ciudades (2023), en el que Dioni aborda cómo la especulación inmobiliaria, la gentrificación y la turistificación están vaciando las ciudades y convirtiéndolas en espacios hostiles para la vida cotidiana; y su obra más reciente, Pornocracia (2024), en la que reflexiona sobre el poder, la exhibición y la mercantilización de los cuerpos en la sociedad contemporánea, explorando cómo la lógica pornográfica —basada en el dominio, la exposición y la hiperproductividad— se ha extendido más allá del ámbito sexual para impregnar la política, la economía y las relaciones sociales.
Junto a Jordi Sarrión, le preguntamos por este último libro y por otras reflexiones:
En su libro Pornocracia, describe una política del espectáculo, de la excitación constante. ¿Qué diferencia a la pornocracia de otras formas históricas de populismo o demagogia? ¿Hay actores o partidos que estén sabiendo resistir a esta lógica o todos han sucumbido al show?
Hay una diferencia clave: la sobreproducción. La política se ha ido adaptando al medio: prensa, radio, tv y, en la actualidad, internet, que se distingue por su scroll infinito. El político del XXI se parece al creador de contenido: tiene que estar siempre emitiendo. Es irrelevante que el mensaje de hoy sea contradictorio del de ayer o no se cumpla. Dentro de esa lógica, el espacio que antes era privado, como reacciones a hechos o reuniones deliberativas, puede convertirse en público. La clave es que no se detenga el flujo y el público siempre tenga elementos de excitación.
Los partidos del siglo XX, la socialdemocracia y lo que queda del conservadurismo, se sitúan fuera de esa lógica y, en muchas ocasiones, actúan como el refugio o la palabra de seguridad. Quizá, es posible que, en unos años, veamos una evolución de la izquierda similar a la que hemos visto en la derecha.
En el libro compara la política actual con el BDSM, planteando que nos excita ver el dolor de otras personas porque pensamos que a nosotros no nos pasará nunca. ¿Cómo se articula este proceso?
La administración estadounidense presentó un vídeo de deportaciones donde se resaltaban los sonidos. Por ejemplo, las cadenas. Lo presentó como ASMR, es decir, dentro de esas experiencias destinadas a proporcionar esa combinación de euforia y cosquilleo. Era algo que debía dar gustito. Creo que ese es un buen ejemplo. El punto de partida es el reconocimiento de que ya no existen conceptos como progreso, gestión o programa electoral. El político actual está más cercano al creador de contenido y una de sus funciones es señalar culpables. Ya que no se puede prometer un mundo mejor para todos, se dice al grupo escogido que alguien sufrirá más.
Es una idea que está dentro del concepto "políticas de eternidad" del historiador Timothy Snyder. En los gobiernos que asumen ese campo, el tiempo adquiere la forma del bucle: el país es el centro de un relato de victimismo cíclico y necesita momentos del pasado a los que pueda volver en nostálgicamente para demostrar su capacidad y legitimidad, el derecho a gobernar de su líder y la inutilidad de pensar en el futuro. Hagamos X grande otra vez. Quienes aceptan políticas de la eternidad, dice Snyder, no esperan tener vidas más largas, más felices ni más fructíferas. Aceptan el sufrimiento como una señal de virtud, siempre que otros que son culpables sufran más. La vida es una competición, puede ser desagradable y brutal, lo que lleva al cinismo y el resentimiento. El placer de la vida es que puede convertirse en algo más desagradable, brutal y breve para otros.
Habla del triunfo de la cultura protestante y de la literalidad, que ha acabado con un "pacto narrativo" que teníamos configurado en nuestras sociedades, en el que operaban numerosos símbolos que daban sentido y ordenaban nuestra forma de vida. ¿Qué retos tiene la política actual en un mundo que demanda que todo sea cada vez más explícito? Por ejemplo, ¿cómo se puede hacer frente a los vídeos de las deportaciones de Trump o las cárceles de Bukele?
Lo que llamo el "modelo protestante" tiene que ver con reducir las relaciones humanas a relaciones económicas. Hay varias revoluciones que se producen a la vez (científica, democrática o capitalista) que tienen que ver con más mundo para más personas. Cuando la tercera revolución se impone a las otras y todo es dinero, perdemos capas de significado en nuestras relaciones. Por ejemplo, la carrera espacial tenía un importante componente simbólico que implicaba a numerosos grupos sociales. En la actualidad, es una diversión de ricos.
En realidad, todo es un pacto narrativo y ese triunfo total del capitalismo puede acabar como el monstruo que se devora a sí mismo. Tenemos una propuesta política que ha olvidado que el capitalismo es un pacto narrativo que necesita al Estado para que sustente sus ficciones.
En El malestar de las ciudades dice que las ciudades ya no anhelan construir el futuro sino que buscan rentabilidad, con el deterioro del espacio común que eso implica. ¿Cómo influye el diseño de las ciudades en la manera en que se vive y se hace política?
Siempre que pensemos en el problema de la vivienda, debemos pensar que afecta a, más o menos, un cuarto de la población. Del resto, tenemos un porcentaje no pequeño de personas que pueden sacar rentabilidad del espacio y que, en el pasado ejercicio, tuvo los ingresos históricos más altos. Por último, esta posibilidad invita a los que aún no sacan rentabilidad del espacio a hacerlo en un futuro.
Pensemos en un caso concreto. Un nuevo barrio para personas que se independizan. Hay un punto de partida respecto a la construcción ideológica que es la vinculación a la propiedad privada individual, algo que se azuza con el pánico social relacionado con la ocupación. Las personas sitúan la seguridad entre sus prioridades. Después, la administración puede no desarrollar los servicios públicos previstos en tiempo y ceder terrenos a equipamiento privados de sanidad y educación. También, la deficiente cobertura de transporte público puede empujar a las personas al transporte privado. Tenemos propiedad, seguridad y servicios privados. Por último, la escasa presencia de la administración puede hacer más receptiva a esa gente al discurso contra los impuestos. Para ciertas administraciones, no estar presentes y ofrecer malos servicios es un win-win.
Una de las grandes causas del malestar de las ciudades es el problema de la vivienda, cuya solución se antoja complicada y que, además, es un problema transversal a otros. ¿Cómo debería abordarse este problema políticamente?
No tengo ni idea, la verdad. En España, nunca ha habido política de vivienda, sino política inmobiliaria. Es decir, el objetivo no era facilitar el acceso a una vivienda digna y adecuada, como dice la constitución. Lo que está en el centro es la vivienda como producto y, por lo tanto, los dos ejes son el mercado y la propiedad privada, que es nuestro modelo. Es decir, el centro es la rentabilidad del sector inmobiliario porque, al ser el principal sistema de ahorro y transmisión patrimonial entre generaciones, hablamos de la hucha de millones de familias. Desde la crisis financiera de 2008, pasó a ser un activo relevante tanto para los fondos, a los que se ofreció la cartera de vivienda de las cajas, como para el ahorro particular de la UE o los grandes capitales nacionales. En los últimos años, se añaden los capitales medianos, los nómadas digitales, las fortunas latinoamericanas, los jubilados UE, la presión del turismo, etc. En general, el inmobiliario es uno de los principales destinos del capital y su precio se ha desligado de los salarios porque la demanda es global. A corto plazo, este problema carece de solución.
En La España de las piscinas analizó cómo esas nuevas urbanizaciones sin personalidad acaban con el tejido social y destruyen muchas redes y lazos familiares. ¿Cree que este es un proceso irreversible o hay alguna forma de volver a formas de vida que recuperen los lazos sociales?
Hay formas de vida que recuperan los lazos sociales y creo que hay una oleada de libros sobre la comunidad o el amor que muestran un cierto agotamiento de la propuesta individualista. La cuestión es que nos sigue ganando porque es divertida y también tenemos que asumir que ese nivel de compromiso para-toda-la-vida es improbable que regrese. Y, quizá, no es mala idea. Para alguna gente, la familia ha sido fuente de opresión, explotación o violencia. De hecho, creo que hay que tener cuidado con la nostalgia de dibujar un mundo feliz vinculado a la familia, el barrio o la organización. Creo que es más interesante pensar en nuevas formas de comunidad con otros lazos que recuperar las antiguas.
Entrevista realizada por Xavier Peytibi y Jordi Sarrión.
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