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La ideología detrás del clean look y cómo usarla a nuestro favor

Diseñar con sobriedad también es comunicar un valor: estabilidad, continuidad —y en ese gesto aparece inevitablemente una ideología. Un artículo de Sira Català.

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nov 11, 2025
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SIRA CATALÀ

Vivimos rodeados de orden. Nuestras casas parecen Airbnbs, el clean look es el peinado de moda, las marcas se visten de blanco y negro, y hasta algunas estrellas del pop parecen haber adquirido una estética recatada en sus últimos proyectos. Todo comunica sobriedad, neutralidad, calma. Pero esa calma no es inocente: cuando todo parece tan “limpio”, ¿qué es lo que estamos escondiendo debajo de la alfombra?

El clean look se ha infiltrado en todos los rincones: en las casas, en las marcas, en los perfiles de Instagram. Todo parece diseñado para no molestar. Lo llamamos “minimalismo”, pero en realidad es anestesia estética: nada sobresale, nada hiere, nada está fuera de lugar.

Pero nada de esto ocurre por casualidad. Las tendencias estéticas no nacen en el vacío: son respuestas colectivas a contextos sociales, económicos y emocionales. En tiempos de crisis e incertidumbre buscamos refugio en lo conocido. Cuando el mundo exterior se vuelve impredecible, lo interior se simplifica. Y en ese sentido, el auge del clean look es también una manifestación de una sociedad que anhela control y estabilidad. Por eso, entenderlo resulta fundamental para quienes comunican desde el ámbito institucional o político.

El orden como aspiración

El minimalismo no lo ha inventado Pinterest. Surgió en la Nueva York de los años 60 como reacción al expresionismo abstracto. Frente a la emoción desbordada, los artistas minimalistas apostaron por la reducción, la geometría y la pureza formal. Era una búsqueda de silencio frente al ruido.

Pero, en el escenario actual, lo neutro y minimalista se ha vuelto aspiracional. Los colores suaves o las formas simples se interpretan como sinónimo de orden. Como si, ante el caos exterior, pudiéramos refugiarnos en unas paredes blancas.

Es aquí donde entra el matiz ideológico, ya que todos estos valores (orden, silencio, control, estabilidad) son tradicionalmente asociados al conservadurismo. Porque detrás de tanta calma hay un mensaje: vuelve lo de siempre.

Cuando lo uniforme mata lo identitario

En el diseño gráfico, este fenómeno se traduce en una uniformidad cada vez más visible: tipografías sin carácter, composiciones estables, paletas reducidas, y una tendencia al blanding. Esto puede parecer coherencia, pero a veces es miedo: miedo a destacar, a parecer poco serios, a salirse de la norma.

Así que el debate está servido: ¿este minimalismo es una evolución natural hacia la claridad y la eficiencia visual, o estamos perdiendo diversidad y emoción en el camino?

Por un lado, la limpieza visual facilita la legibilidad y la coherencia, especialmente en los entornos digitales donde la claridad es clave. Pero por otro lado, la saturación de este estilo genera una sensación de homogeneidad, por lo que se corre el riesgo de perder la conexión con la gente. Porque lo visual no solo comunica información, sino también cercanía, emoción y valores.

Diseñar es hacer política

El auge de la estética clean look nos ofrece un escenario fascinante. Más allá de la moda, lo que está ocurriendo es una conversación cultural sobre el poder de lo estético y su capacidad de construir ideología.

En política y comunicación institucional, el diseño es el envoltorio visual del discurso. Y al igual que un político elige sus palabras cuidadosamente, una institución debería elegir con la misma precisión sus colores, tipografías y composiciones. Porque cada decisión visual activa asociaciones inconscientes: lo ordenado evoca seguridad; lo colorido sugiere energía; lo irregular comunica cercanía o juventud.

Cómo convertir la estética en estrategia

Entendido este poder ideológico del diseño, la pregunta deja de ser académica y se vuelve estratégica. Para cualquier organización, especialmente en el ámbito político, ignorar el lenguaje de la estética minimalista no es una opción. La única elección es cómo posicionarse frente a ella: ¿abrazarla para proyectar estabilidad o desafiarla para comunicar disrupción? Ambas son estrategias válidas, pero exigen intención.

Las organizaciones de perfil conservador pueden convertir esta nueva ola en tu traje a medida. Su lenguaje visual puede basarse en la sobriedad y la estabilidad, por lo que el uso de tipografías serif o sans serif limpias, colores neutros o poco saturados, fotografías claras y composiciones equilibradas les ayudarán a afianzar sus valores.

El truco está en hacerlo con coherencia, no por moda, y en saber cómo comunicar solidez sin caer en la rigidez. En tiempos de incertidumbre, esta estética transmite seguridad y continuidad, cualidades muy valoradas por votantes que buscan estabilidad.

En cambio, las entidades progresistas tienen como reto lo contrario: introducir vida en el orden. Pueden romper conscientemente la neutralidad con colores vivos, tipografías expresivas o composiciones dinámicas. Esto no significa abandonar la limpieza visual, sino introducir tensión y energía dentro de ella.

Un cartel institucional con un fondo neutro y un acento de color saturado puede equilibrar profesionalidad y audacia. Las texturas, los montajes fotográficos o los elementos imperfectos aportan humanidad y cercanía, cualidades esenciales para conectar emocionalmente con la ciudadanía.

Más allá de la orientación ideológica, lo importante es ser consciente de la carga simbólica del estilo. El diseño nunca es inocente. Cada elección comunica un valor. Cuando el diseño se elige con intención, puede convertirse en una herramienta política silenciosa pero eficaz. Porque el ciudadano no siempre analiza conscientemente una tipografía o un color, pero sí siente lo que esos elementos le transmiten.

Entre el orden y el caos: diseñar con conciencia

En definitiva, el clean look no es el enemigo, ni tampoco una solución universal. Es solo una herramienta, y como toda herramienta, su poder depende de quién la usa y con qué propósito.

Pero, como toda corriente dominante, el clean look ya está encontrando su respuesta. Frente a la rigidez de lo neutro, están surgiendo lenguajes más expresivos e imperfectos. Desde el fenómeno Brat creado por Charli XCX hasta la vuelta de la moda de los 2000, esta contracultura visual no busca destruir el orden, sino recordarnos que la creatividad también puede ser un acto político.

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En un mundo saturado de imágenes, diseñar bien ya no significa hacer algo “bonito”, sino hacer algo consciente. Porque si no entendemos el contexto simbólico de nuestras decisiones visuales, corremos el riesgo de reproducir valores que no hemos elegido.


Sira Català es diseñadora gráfica en LaBase.
Artículo publicado previamente en la web de LaBase Group. Gracias por permitirnos republicarlo.

Política Creativa es una iniciativa de Xavier Peytibi (ideas y recomendaciones) y de Juan Víctor Izquierdo (tecnología). Puedes leer todos los contenidos en www.politicacreativa.com

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